miércoles, marzo 01, 2006

El Altar del Incienso. Ex. 30:1-10



Este mueble representa la intercession de Cristo ante el Padre celestial. En este altar se ofrecía el incienso compuesto de 4 elementos que representaban la obra de Cristo.

La uña aromática que representaba el ministerio de Cristo.
Estacte. Este ingrediente representaba sus sufrimientos.
El galbano tipificaba su muerte vicaria.
El incienso puro, su vida perfecta y su santidad.

Esto nos lleva a recordar lo que hicieron los hijos de Aarón cuando ofrecieron incienso extraño en el lugar santo y murieron en el acto. Esta tragedia está en Levítico 10:1-2.
El Altar de Oro era de dimensiones mucho más reducidas que el Altar de Bronce, o sea un codo de ancho, un codo de largo (cuadrado) y dos codos de alto. Era de madera de Acacia cubierta de oro puro y nos habla esencialmente de Cristo. Ubicado frente al velo (v.6), esta legítimamente ligado al Arca y al Propiciatorio.
En el Altar de Oro el sacerdote ofrecía el perfume, mientras afuera el pueblo oraba (Lucas 1:9-10). Es una hermosa figura del Señor Jesús que presenta a Dios las oraciones de su pueblo, ya sea como intercesión, ya sea como adoración (Apocalipsis 8:3-4).
En el Altar de Oro, el Sumo Sacerdote intercede por el pueblo, tal como Cristo en Juan 17, Hebreos 7:25 y Romanos 8:34.
Pero también al Altar de Oro puede acudir hoy el Hijo de Dios para ofrecer el incienso, es decir, las perfecciones de Cristo que suben hacia Dios. Tal es el culto, el servicio más elevado del cristiano. Es un culto que se ofrece ante todo en Asamblea (1 Pedro 2:5), pero cada uno de nosotros ¿no puede, mañana y tarde como el sacerdote con el incienso, hacer subir a Dios su reconocimiento por el Don inefable de su Hijo?.
El incienso era únicamente para Dios (Exodo 30:34-38); ni podía ser ofrecido más que en el lugar Santo y no debía ser consumido por fuego extraño, sino solamente por el tomado del Altar de Bronce (véase Nadaba y Hábil en Levítico 30:34-38). ¡Cuán importante que estemos recogidos en el sentimiento de su Presencia cuando abrimos la Palabra o nos acercamos a Dios en oración, o más aun cuando estamos reunidos alrededor del Señor en Asamblea!. Por otra parte, sólo a Dios, Padre e Hijo, se dirigen nuestras oraciones y nuestra adoración. En ninguna parte de la Palabra vemos que las oraciones deban ser dirigidas a alguien más. Sólo Él puede ser el objeto del culto: ¡"Inclínate a Él, porque Él es tu Señor"! (Salmo 45:11).