El Sello de la Justicia
Gálatas 2:16 “sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado.”
Ciertamente quienes recibimos a Jesucristo en nuestros corazones, somos justificados por la fe que hemos puesto en él, es decir, por la fe somos justos o santos ante los ojos de Dios, no obstante sigamos pecando como hijos de Dios (ver segunda figura). Dios nos ve santos a través de un prisma que es la Cruz, o bien, al mirarnos ve en nuestros corazones al Justo que es Jesucristo. La fe desde siempre ha sido la clave para obtener la salvación, pero te harás la pregunta ¿cómo es posible que en los tiempos de los patriarcas se obtuviera la salvación si Jesús aún no venía?. Es cierto, aunque Jesús siempre ha existido y en forma de Dios, la fe siempre se ha debido poner en Dios tanto antes como ahora, dado que Jesús es Dios hecho carne (Juan 1:14). El mayor de los ejemplos que debemos tener claro es el del Padre de la fe, quién es Abraham, ya que como se señala en Génesis 15:6 “Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia”, es decir, esa fe que tuvo Abraham cuando el Señor le dijo que iba a tener un hijo, lo hizo Justo, o sea Santo ante los ojos de Dios, igualmente ocurre con nosotros al poner nuestra fe en Jesús, también nos es contada por justicia, pasando automáticamente a ser hijos de Dios (Gálatas 3:26-27) con todos los beneficios que conlleva ello (el perdón de nuestros pecados, la salvación, el nos escucha, etc.) y las demandas correspondientes por parte de nuestro Padre. Pero falta un detalle que es muy importante a considerar y es que esa justicia tiene un sello. Volvamos por un momento al ejemplo de la fe de Abraham: Romanos 4:10 “¿ Cómo, pues le fue contada? ¿Estando en la circuncisión, o en la incircuncisión? No en la circuncisión, sino en la insircunsición” Romanos 4:11 “Y recibió la circuncisión como señal, como sello de la justicia de la fe que tuvo estando incircunciso; para que fuese padre de todos los creyentes no circuncidados, a fin de que también a ellos la fe les sea contada por justicia”. Donde los incircuncisos somos todos los que no somos Judíos (Los Gentiles), y cuya circuncisión es el Bautismo en aguas (Colosenses 2:1-13) la cual es la circuncisión que estableció Jesucristo en el nuevo pacto. Cabe señalar que el Bautismo en aguas no nos da la salvación, ya que quienes lo realizan ya lo son, y es muy importante realizarlo dado que además de ser un acto de obediencia, es el sello que obtenemos de nuestra justicia adquirida mediante la fe en Jesucristo (el sello del nuevo nacimiento).
Para quienes aún no han obtenido la justicia o santidad que nos da Jesucristo, se encuentran en la situación que se grafica en la primera figura, tal como se señala en Romanos 3:23 Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios.
Si tu te has sentido identificado con la primera figura, no te desanimes ya que te tengo un mensaje de parte de Dios, y es que el ¡te ama!, no importando la situación en que te encuentres ni el pecado que te tenga prisionero en estos momentos, el te quiere rescatar, otorgándote su perdón.
Si tu pregunta es que tienes que hacer para recibir a Cristo en tu corazón y obtener el perdón de tus pecados y por ende la vida eterna, sólo tienes que realizar un compromiso a través de una sencilla oración en voz alta (Romanos 10:9 Que si confesares con tu boca al Señor Jesús, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo) y seguir a Cristo, leyendo su palabra, siendo obediente y congregándote en una Iglesia que proclame y exalte únicamente el Nombre del Señor Jesús (Iglesia Cristiana) . Si no tienes palabras de momento para expresarte y Si Dios te habla en este momento, por medio de este mensaje, recíbele, haciendo la siguiente oración:
“ Dios mío, gracias por tu amor hacia mi. Reconozco que hasta ahora anduve lejos de Ti viviendo a mi manera… Te confieso todo el mal que hice. Creo que Jesucristo, tu Hijo, me puede salvar… Ven Señor Jesús y entra en mi vida, Amén”.
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