miércoles, febrero 01, 2006

El Candelero de Oro. Exodo 37:17-24.


Este candelero, que tenía siete brazos, era alimentado contínuamente con aceite puro de oliva. Se mantenía encendido las 24 horas del día. Cristo se representa en la Biblia como la luz del mundo. “Yo soy la luz del mundo”. Mat. 5:16 se refería al candelero del templo. Todos estábamos en el reino de las tinieblas controlados por el pecado, pero Cristo nos dió la luz de la vida eterna. Con razón dijo David: "Jehová es mi luz y mi salvación." Sal. 27:1

La Palabra de Dios presenta a dos clases de personas: los que andan en tinieblas pertenecen al reino de Satanás, los que andan en la luz son los hijos de Dios. Los unos representan la verdad, los otros el error.
Contrariamente a los otros objetos del Tabernáculo hechos de madera de Acacia recubierta de oro, el candelero era totalmente de oro puro, forjado en una sola pieza. Él nos habla de lo que es esencialmente divino. Era de oro batido ("labrado a martillo"), recordando que aquel a quien representa Cristo pasó por el sufrimiento. El becerro de oro, por el contrario, había sido simplemente fundido (Exodo 32:34). El propio candelero, pues, es una figura de Cristo, mientras que el aceite es, como en toda la Palabra, una figura del Espíritu Santo.
Uno de los elementos del candelero que es mencionado varias veces lo constituyen las flores de almendro. Esas flores nos hacen pensar en la vara de Aarón que había brotado, producido flores y almendras, tal como vemos en Números 17:8, lo que es una figura de la resurrección de Cristo. El almendro, según Jeremías 1:11-12, manifiesta que Dios cumple sus promesas en Cristo. Precisamente fue un Cristo resucitado y glorificado el que dio el Espíritu Santo a los suyos.
En el conjunto formado por el candelero, el aceite y las siete lamparas ardiendo en el santuario se puede ver también a Cristo tal como es presentado por el Espíritu Santo por mediación de los vasos humanos del ministerio.
En efecto, bajo este aspecto, había necesidad de "despabiladeras" (Exodo 25:38) para quitar todo lo que habría impedido el libre curso del aceite para producir la luz. Por otra parte, las siete lamparas nos muestran que el ministerio de Cristo por el Espíritu se ejerce mediante diversos canales.
Vemos al candelero brillar bajo cinco aspectos:
Hacia delante de él (Exodo 25:37), pues el mayor y primer testimonio que da el Espíritu Santo es respecto del mismo Cristo; por eso el primer objeto que atraía las miradas al entrar al santuario era el candelero totalmente iluminado.
El Señor Jesús, al hablar del Espíritu Santo, dice: "Él me glorificará; porque tomara de lo mío, y os lo hará saber" (Juan 16:14).
El candelero iluminaba la mesa de los panes (Exodo 26:35); es el Espíritu Santo que pone evidencia la posición de los santos en Cristo en el santuario.
El candelero brilla en Números 8 en relación con la purificación de los levitas: es el Espíritu Santo quien debe dirigir todo servicio para Dios y ser su motor.
En Levítico 24 vemos el candelero al comienzo de un capitulo en el cual va a manifestarse la oposición a Dios en medio de Israel: la apostasía. Frente al mal que se introduce en el pueblo de Dios, únicamente el Espíritu Santo es el remedio.
En Éxodo 27:21 y 30:8 se ve que el candelero ardía toda la noche. (Cabe hacer notar que, en el templo de Ezequiel, durante "el día" del milenio, no hay candelero). Solo durante la noche del rechazo y la ausencia de Cristo el Espíritu Santo ilumina el santuario en la tierra y produce la oración de intercesión y el culto.
Si bien el alimento es indispensable para crecer, la luz no es lo menos. Una planta ubicada en un lugar oscuro, aunque sea bien regada, perecerá. Un joven cristiano que no ande en la luz no puede hacer progreso alguno. Al contrario, se apartará cada vez más del Señor. Y la luz del Espíritu Santo generalmente no se apaga en forma súbita para nosotros, sino que dejamos poco a poco que una cosa primero y luego otra se coloque entre el Señor y nosotros como un ligero velo, el cual se va espesando más y más hasta privarnos de la comunión con Él, del gozo de su Persona y trabar la acción del Espíritu Santo en nosotros. Entonces no puede haber ni crecimiento, ni gozo. ¿Qué es necesario hacer? Volver a Él con oración, buscar su rostro y tomar el tiempo necesario para pasar con Él, como María (Lucas 10:38-42) si es posible horas que se dejen correr hasta que Él nos haya devuelto el gozo de nuestra salvación.